En la entrada anterior (Pincha aquí) de la “La parábola del pescador mexicano” veíamos cómo el pescador, teniendo sus necesidades cubiertas, disfrutaba de la vida; mientras el turista, en un intento por satisfacer sus inagotables deseos, posponía su disfrutar la vida para su jubilación. Es un ejemplo para distinguir necesidad y deseo que puede ayudar en nuestra convivencia. Veamos cómo.
Lo primero, ¿cómo distinguir necesidad y deseo?
Si no ocurre nada más grave que frustrarnos, no era una necesidad sino un deseo. No era un “necesito”, sino un “quiero”. Y está bien desear y querer, lo que ocurre es que cuando lo expresamos como si lo necesitara, parece que tiene más peso y hay exigencia. Por ejemplo: “necesito que te calles.” Realmente, quiero que te calles, no necesito. No muero si no lo haces.
Necesidad y deseo; Deseo y Necesidad. La verdad es que pueden dar lugar a confusión. Te propongo un juego para hacer en familia: Cada vez que alguien diga “necesito”, cambiadlo por “quiero” y a ver qué diferencia reconocéis.
Otro ejemplo: cuando decimos “te necesito” ¿muero sin ti? No. Eso sí, “te quiero mucho muchísimo”. Esta diferencia ayuda a unas relaciones de pareja no posesivas ni dependientes, es decir, más sanas.
Lo que sentimos responde más a lo que necesito y deseo de fuera y si lo consigo o no, que con lo que el resto haga o deje de hacer. Me explico. Todas las personas tenemos unas expectativas sobre el resto, sobre cómo quiero que se comporte, cómo quiero que sea conmigo, qué quiero que haga o diga en cierto momento. Lo que dicen y hacen las demás personas no son la causa de lo que siento. Lo que sentimos es fruto de cómo nos tomamos lo que dicen y hacen los demás.
“¿Cómo? Yo no elijo lo que siento” Podéis pensar. Sin embargo, pensad en un día bueno de estos en los que parece que la vida sonríe… la convivencia sigue estando y las cosas que no te gustan ocurren ¿No es cierto que tu respuesta es muy diferente a los días en los que estás con estrés o todo parece difícil? A eso nos referimos con “cómo nos tomamos las cosas”. Según cómo esté cada quien, lo de fuera afecta diferente con lo que no puede ser la causa de lo que me ocurre.
Si creo que lo que siento y me pasa tiene la causa fuera, buscaré culpables y esta búsqueda dificultará la comunicación, la convivencia y la cercanía. Incluso cuando la culpa me la quede yo para evitar el enfrentamiento. La culpa no ayuda a convivir. Decir lo que quiero y lo que necesito sí. Compartir lo que me gusta y no me gusta de eso que haces o dices, ayuda a que me conozcas y que sepas cómo quiero estar. Así, interesarme por lo que te gusta o no te gusta, me acerca a conocerte más. Esto es clave, sobre todo, en las edades adolescentes en las que, con tanto cambio, es complicado distinguir lo que quiero y necesito y se tiende a poner la responsabilidad de lo que siento fuera. Acompañarles a distinguir uno y otro y a expresarlo, facilita el camino. ¿Cómo? Haciéndolo las personas adultas primero. Siendo espejos y modelos de lo que queremos ver.
Saioa Albizuri Lauzirika
Terapeuta Gestalt, consultora y facilitadora