Después de pararnos a ver cómo percibo e interpreto el mundo (lo que pienso), cómo lo que siento, a veces, se vuelve más importante que lo que ocurre y cómo mis expectativas y deseos se adelantan a lo que realmente necesito, hoy venimos con el último paso de este recorrido: lo que pido y la importancia de pedirlo de forma adecuada y coherente a lo que quiero y necesito.
Para ello, os traemos “El Cuento de los tres deseos” adaptado de Jeanne-Marie Le Prince de Beaumont que dice así:
Había una vez una mujer y un hombre pobres que sentados junto al fuego, soñaban con lo que podrían hacer si tuviesen riqueza:
-¡Oh! si pudiera disponer de todo lo que yo quisiera, sería mucho más feliz.
-A mí me gustaría que hubiera un hada que me concediese lo que yo quisiera.
En ese preciso instante, vieron en su cocina a una dama que les dijo:
-Soy un hada; prometo concederles las tres primeras cosas que deseen; pero tengan cuidado: después de haber deseado tres cosas, no les concederé nada más.
Cuando el hada desapareció, se hallaron muy confusos. Debatieron sobre qué pedir un buen rato sin ponerse de acuerdo hasta que decidieron:
-Démonos tiempo, pensemos de aquí a mañana por la mañana, las tres cosas que nos son más necesarias, y luego las pediremos.
Mientras hablaban, la mujer cogió unas tenazas y atizó el fuego; y cuando vio que había bastantes carbones encendidos, dijo sin reflexionar:
-He aquí un buen fuego, me gustaría tener una morcilla para cenar, podríamos asarla.
Según terminó de pronunciar las palabras, cayó por la chimenea una morcilla.
-¡Maldita sea la tragona con su morcilla! -dijo el hombre-; no es un hermoso deseo, y sólo nos quedan dos que formular; por lo que a mí respecta, me gustaría que llevaras la morcilla en la punta de la nariz.
Y, al instante, el hombre se percató de que era más tonto, pues, por ese segundo deseo, la morcilla saltó a la punta de la nariz de aquella pobre mujer que no podía arrancársela.
-¡Qué desgraciada soy! -exclamó- ¡eres un malvado por haber deseado que la morcilla se situara en la punta de mi nariz!
-Te juro, que no he pensado en que pudiera ocurrir -dijo el hombre-¿Qué podemos hacer? Voy a desear grandes riquezas y te haré un estuche de oro para tapar la morcilla.
-No, me niego a vivir así -dijo la mujer- deseo que esta morcilla caiga al suelo.
Y al instante, la morcilla cayó. La mujer, que era inteligente, dijo:
-El hada se ha burlado de nosotros, y ha tenido razón. Tal vez hubiéramos sido más desgraciados siendo más ricos de lo que somos en este momento. Créeme, amigo mío, no deseemos nada y tomemos las cosas como son ; mientras tanto, comámonos la morcilla, puesto que es lo único que nos queda de los tres deseos.
El hombre pensó que ella tenía razón, y cenaron alegremente, disfrutando de lo que tenían y de su compañía en vez de perderse en querer lo que sus vecinas y vecinos tenían. sin volver a preocuparse por las cosas que habrían podido desear.
FIN
¿Cuántas veces hacemos peticiones que no responden a lo que necesitamos ni queremos?
En ocasiones, sin darnos tiempo a reflexionar, decimos y pedimos cosas al resto cuando no es lo que quisieramos haber dicho. A veces, un “¡haz lo que quieras!” esconde un “me gustaría que hicieras… (algo)” no dicho. En ocasiones, “¡déjame en paz!” tiene un “necesito un abrazo” oculto. La mayoría de las veces un reproche guarda una necesidad no cubierta y, ta lvez, no expresada. Por eso es tan importante que sepamos distinguir qué necesitamos.
¿Se te ocurre algún ejemplo en el que no hayas dicho algo que querías y en su lugar has soltado otra cosa?
Saioa Albizuri Lauzirika
Terapeuta Gestalt, consultora y facilitadora
Interesante moraleja la de este cuento….
¡Me está gustando mucho esta serie de entregas!