Hasta aquí la serie de entradas que hemos dedicado al arte de convivir. En ellas hemos revisado aspectos de la comunicación, del reciclaje de pensamientos y sentimientos, hemos distinguido deseos de necesidades y hasta hemos visto algunas claves para pedir lo que realmente queremos y hacer lo que está en nuestra mano para hacernos entender.
Durante las diferentes entradas os hemos invitado a observaros y observar al resto. Hoy queremos traer otra invitación: actuar con empatía tanto cuando te miro y escucho como cuando me miro y escucho. Y es que, a veces, enjuiciamos severamente lo que hacemos y hace el resto y puede que tratemos con dureza, frialdad y distancia. Y es curioso porque ¿quién quiere convivir y acercarse a quien le trata duramente? Yo me acompaño cada día, igual que tú. Más nos vale tratarnos con comprensión y empatía, ¿no te parece?
Nos despedimos con un pequeño regalo para que lo disfrutéis: la fábula “ESTO TAMBIÉN PASARÁ” (Video: pincha aquí)
“Cuenta la leyenda, que un rey pidió a los sabios de su corte un anillo especial:
–Quiero que fabriquéis un anillo precioso y para ocultar en él un mensaje que pueda ayudarme en momentos de desesperación, el mensaje ha de ser muy breve para poder inscribirlo.
Aquellos eruditos habían escrito grandes tratados, pero no sabían cómo darle un mensaje de dos o tres palabras que pudiera ayudar al rey en esos momentos en los que consideraba que esa ayuda podría marcar la diferencia.
El monarca tenía un anciano sirviente, que le dijo:
–No soy un sabio, ni un erudito, pero conozco el mensaje que buscas, porque lo compartió conmigo un sabio hace tiempo-.
El anciano escribió tres palabras en un pequeño papel, lo dobló y se lo entregó al rey con la advertencia: “No lo leas, mantenlo escondido en el anillo. Ábrelo solo cuando sientas que todo ha fracasado y no encuentres salida a tu situación”.
El momento llegó cuando el país fue invadido y el rey tuvo que huir a caballo para salvar la vida mientras sus enemigos le perseguían. Llegó a un lugar donde el camino se acababa al borde de un precipicio. Y entonces se acordó del anillo. Lo abrió, sacó el papel y allí encontró el siguiente mensaje: “Esto también pasará”.
Mientras leía aquella frase, los enemigos que le perseguían se perdieron en el bosque al errar el camino, y pronto dejó de oír el trote de los caballos. Tras aquel sobresalto, el rey logró reunir a su ejército y reconquistar el reino.
En la capital hubo una gran celebración que se prolongó durante varios días. El monarca quiso compartir la alegría con el anciano, a quien agradeció aquella providencial perla de sabiduría. Le contó cómo aquellas palabras le habían ayudado a no descubrir su posición o a no tirarse por aquel precipicio cuando todo parecía perdido.
El anciano, mientras sonreía porque entendía la alegría del rey, le pidió:
–Ahora vuelve a mirar el mensaje.
Al ver la cara de sorpresa del rey, que le costó ver la idoneidad de aquel momento para aquel mensaje, explicó: “No es solo para situaciones desesperadas, sino también para las placenteras. No es solo para cuando estás derrotado, también sirve cuando te sientes victorioso. No es solo para cuando eres el último, también para cuando eres el primero”.
El rey abrió el anillo y leyó el mensaje: “Esto también pasará”. Entonces, y solo entonces, comprendió la profundidad de aquellas palabras.”
–Recuerda que todo lo circunstancial pasa, ya sea porque se queda atrás o porque te habitúas –le recordó el viejo sirviente–. Solo quedas tú, que permaneces por siempre.”
“ESTO TAMBIÉN PASARÁ”
¡Buena convivencia o buen vivir compartido!
Saioa Albizuri Lauzirika
Terapeuta Gestalt, consultora y facilitadora.